El cartílago articular, también denominado cartílago Hialino, recubre las superficies óseas de las articulares en la zonas en que unas contactan con otras. La consistencia del cartílago es parecida a la del caucho de un neumático, pero teniendo un coeficiente de fricción muy bajo para permitir el deslizamiento entre las superficies de los huesos con el mínimo desgaste.
Su configuración histológica es muy simple. El contenido en células cartilaginosas (condrocitos) es escaso, y se encuentran agrupadas en pequeños acúmulos rodeados de una matriz extracelular. Esta matriz es secretada por los condrocitos y está compuesta por colágeno de tipo II, ácido hialurónico, proteoglicanos (glucosaminoglicanos) y glicoproteínas (crondroitín y queratán sulfato).
La capa cartilaginosa que tiene un espesor de 3 a 5 mm dependiendo del tamaño de la articulación carece de vasos sanguíneos en su interior, por lo que su nutrición se realiza por difusión desde los vasos de la vertiente ósea y del líquido sinovial de la vertiente articular.
Carece de nervios y de calcio (por lo que no es visible con los rayos X), el 60% de su composición es agua, predominando en el 40% de masa seca las fibras de colágeno que le dan la dureza.
Es muy resistente a las fuerzas de compresión, siendo más lábil ante fuerzas de cizallamiento. Ante una lesión, ya sea por desgaste uniforme o por pérdida focal, su capacidad de regeneración es muy escasa debido a la escasa celularidad (pocos condrocitos para generar matriz) y a la nula vascularización.