Las plaquetas son las células sanguíneas encargadas de la coagulación de la sangre, pero también de iniciar la regeneración de los tejidos ante una lesión. Cuando sufrimos un daño, las plaquetas llegan a la zona lesionada por el torrente sanguíneo, se activan, pegándose unas a otras formando un coágulo para detener la hemorragia. Tras activarse liberan su contenido que son unos gránulos rellenos de proteínas bioactivas, conocidas como factores de crecimiento plaquetario.
Estos factores de crecimiento, de los que hay descritos más de cien con muy diversas funciones, se encargan de estimular la multiplicación de las células sanas alrededor de la lesión, de aumentar el riego sanguíneo a la zona estimulando la formación de nuevos vasos y activando a las células del entorno para que se diferencien, convirtiéndose en células del mismo tipo que las del tejido dañado.
Para obtener el Plasma rico en Plaquetas (PRP), tras extraer sangre del paciente la centrifugamos para aumentar la concentración de plaquetas en el plasma resultante. La aplicación del PRP en zonas lesionadas que tienen un escaso aporte sanguíneo permite que se desencadenen los fenómenos regenerativos que de otra forma no se producirían.