Hoy nuestra la nutricionista de nuestra clínica, Vanessa Escribano, ha escrito un artículo en el Diario SUR. Aquí os dejamos el artículo y podéis ver el original en el Diario Sur.
«Es la última frontera. Y no se halla más allá de las estrellas, en el Ártico o en las profundidades marinas. Se halla en nuestro interior, y no de una forma figurada, realmente en nuestro interior, dentro de nuestros intestinos. Hablamos de la microbiota, que es lo que antes conocíamos como flora intestinal. Es el conjunto de microorganismos que habitan en la luz de nuestro intestino, alrededor de 100 trillones de minúsculos seres vivos, más numerosos que la totalidad de las células de nuestro cuerpo y con un peso cercano a los dos kilogramos, que es más de lo que pesa nuestro hígado.
La microbiota, y su carga genética conocida como microbioma, actúan en nuestro organismo como un órgano más, facilitando la digestión y absorción de los alimentos y segregando sustancias que regulan múltiples funciones de nuestro organismo, desde el estado de ánimo hasta el rendimiento físico. Vive con nosotros, y en gran medida es nosotros. Come lo mismo que nosotros comemos y se beneficia o deteriora según la dieta que llevemos. La composición de la microbiota varía enormemente de una persona a otra, proviniendo la mitad de la herencia de nuestros progenitores y la otra mitad de las variaciones en el microbioma.
Como todo lo nuevo, ha despertado un gran interés entre la comunidad científica y el público general. Es raro que haya día en el que en periódicos y revistas no publiquen nuevos hallazgos sobre la microbiota especulando sobre las infinitas posibilidades que se nos presentan.
Recientemente se ha publicado un interesante estudio proporcionando la primera evidencia de que una bacteria intestinal denominada ‘Veillonella’ se correlaciona con una mayor resistencia aeróbica durante el ejercicio. La mejora en el rendimiento deportivo vendría por la conversión metabólica del lactato en propionato. El lactato que es un metabolito de desecho, de carácter tóxico que se genera en altas concentraciones con el ejercicio anaeróbico, que es un tipo de ejercicio intenso y rápido sin consumo de oxígeno, causando fatiga y disminución del rendimiento. El propionato es un ácido graso de cadena corta, una grasa beneficiosa que es una fuente de energía inmediata. Por lo tanto, esta bacteria convierte un metabolito tóxico en una fuente de energía, pudiendo aumentar el rendimiento. En este estudio compararon la cantidad de ‘Vellionella’ presente en el microbiota entre un grupo de maratonianos y un grupo similar de personas sedentarias, concluyendo que dicha bacteria estaba ausente entre las personas sedentarias y se encontraba en concentración muy elevada en la microbiota los maratonianos, tendiendo incluso a aumentar con el entrenamiento.
A raíz de este estudio científico, y de la difusión de sus resultados al público en general en blogs y revistas se ha producido, en los Estados Unidos, un inusitado incremento en el interés de corredores, empresas del sector sanitario y farmacéuticas por la microbiota y el rendimiento deportivo apareciendo multitud de probióticos que dicen beneficiar el desarrollo de la ‘Veillonella’. Incluso propuesta para realizar trasplante de heces provenientes de deportistas portadores de dicha bacteria. Tanto ha sido el interés que ha obligado a la FDA a emitir este junio una alerta de seguridad en la que advertía del riesgo de los trasplantes indiscriminados de microbiota fecal, por las posibles reacciones adversas y el peligro de transmisión de enfermedades infecciosas. El riesgo inherente es demasiado grande como para compensar los potenciales beneficios.
Profundizando en las posibilidades de ciertas bacterias presentes en la microbiota para aumentar el rendimiento, no ya puramente deportivo sino físico en general, se abren nuevas puertas para aumentar la capacidad de hacer ejercicio en personas sedentarias, al aumentar su resistencia a la fatiga, ayudando a combatir la obesidad y las enfermedades crónicas relacionadas con el sedentarismo.
De igual forma, se acaba de describir un nuevo tipo de artrosis, la artrosis metabólica, relacionada con una inflamación generalizada de bajo grado como la que aparece en el síndrome metabólico y que está estrechamente relacionada con una alteración de la microbiota. Se ha documentado que los cambios en la microbiota pueden estar relacionados con la obesidad, con la aparición de trastornos mentales y alteraciones del carácter y de la personalidad, en la aparición de ciertas enfermedades autoinmunes, así como en la aparición de la diabetes tipo I y algunos tipos de cáncer.
Estamos aún en pañales, tanto en el conocimiento de los millones de gérmenes que componen la microbiota y de sus capacidades como de la forma de potenciarlos ya sea con probióticos que favorezcan selectivamente su crecimiento o mediante trasplantes rigurosamente seleccionados. Seguiremos progresando, y seguramente a una velocidad vertiginosa como ocurre en cualquier avance científico que tiene una clara repercusión económica. Por ahora soñemos con las infinitas posibilidades que se abren con el conocimiento de la microbiota, pero hagámoslo sobre la base de la evidencia científica ignorando las especulaciones sensacionalistas o las proclamas de los gurús de la microbiota, que ya abundan, que afirman que la culpa de todos nuestros padecimientos lo tiene la microbiota y, por tanto, que nuestra salud y esperanza de vida dependerá de su tratamiento. Ojalá, pero aún hay que demostrarlo.2