El Dr. De la Varga, especialista en Traumatología, expone cómo se desarrolla el tratamiento para una rotura del ligamento cruzado anterior y en qué consiste la posterior recuperación.
Qué es el ligamento cruzado anterior (LCA)
Los ligamentos cruzados anterior (LCA) y posterior (LCP) conforman el eje central de la rodilla. Conectan el fémur con la tibia y son los responsables de la estabilidad anteroposterior de la articulación, y participan activamente en la estabilidad rotatoria. Se denominan ligamentos cruzados por su disposición anatómica en X. Básicamente el ligamento cruzado anterior evita el desplazamiento hacia delante del fémur sobre la tibia y estabiliza la rodilla cuando se realiza una rotación de la misma.
Lesión del ligamento cruzado anterior
Las lesiones del LCA son muy frecuentes en el ámbito deportivo, sobre todo en los deportes de contacto. La rotura parcial o total de un ligamento cruzado se debe a un traumatismo de alta intensidad producido por una hiperextensión forzada de la rodilla, una parada brusca con los tacos clavados al suelo tras un sprint, o por un golpe intenso en la cara posterior de la pantorrilla.
Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir una rotura del LCA que los hombres (de 2 a 8 veces más), y se debe a diferencias en la anatomía de la rodilla, mayor laxitud articular, distinta masa y funcionamiento muscular y a variaciones hormonales relacionadas con el ciclo menstrual.
Tratamiento de una rotura del LCA
Actualmente se acepta de manera casi uniforme que las roturas del LCA en deportistas de cualquier nivel y edad deben ser tratadas quirúrgicamente, pues aunque la inestabilidad anteroposterior puede ser suplida con una buena masa muscular, la inestabilidad rotatoria y la traslación que sufre una rodilla con un LCA incompetente conllevan, en un corto periodo de tiempo, la rotura de los meniscos, la sobrecarga de los demás ligamentos y en pocos años una artrosis de rodilla irreversible.
Operación de la rotura del LCA
La reconstrucción del LCA sustituyendo el ligamento roto por uno nuevo se puede hacer empleando tres tipos de plastias o injertos: tendones del mismo paciente (tendones de la musculatura isquiotibial o tendón rotuliano), injerto de cadáver o ligamentos artificiales.
La opción mediante la musculatura isquiotibial es una de las que ofrece mejores resultados. Permite crear un nuevo LCA con varios fascículos (cuatro), con lo que se reproduce con más exactitud el LCA original que tiene dos fascículos bien diferenciados, y en segundo lugar, porque el riesgo de causar una lesión en la zona donante del injerto es mínimo y no se pierde potencia flexora en la rodilla al quedar otros músculos que realizan la flexión de rodilla.
Se reconstruye el LCA mediante un único túnel femoral, situado lateralmente sobre la cresta ósea sobre la que se originaba el LCA original (posición anatómica) y uno tibial, con salida muy posterior en contacto con la inserción distal del ligamento cruzado posterior. El ligamento formado por cuatro fascículos es fijado en el túnel femoral por un tornillo transfixiante (técnica cross-pin), un tornillo interferencial o un sistema de suspensión. El túnel tibial siempre se fija con un tornillo interferencial. En todos los casos, el material empleado es biocompatible, de tal forma que 6 meses tras su implantación se han convertido en hueso.
Posibles complicaciones de la cirugía del LCA
En la cirugía del LCA se distinguen complicaciones precoces y tardías derivadas de la cirugía. Entre las posibles complicaciones precoces se encuentran:
– Infección de la herida quirúrgica: en todas las cirugías se realiza una profilaxis antibiótica previa al inicio de la intervención y durante las 24 horas siguientes, pero es posible que se desarrolle una infección, aunque no es común.
– Trombosis venosa profunda en las venas de la extremidad inferior: existe el riesgo de formación de coágulos, en las venas centrales de las piernas y el consecuente riesgo de embolia pulmonar. Para prevenirlo, se inicia el tratamiento anticoagulante ya en el quirófano al final de la intervención, que se mantendrá durante dos o tres semanas hasta que el paciente camine con normalidad.
– Hematoma: derivado de la cirugía pueden aparecer dos tipos de hematomas, uno dentro de la cavidad articular por la sangre que fluye de los túneles labrados en el hueso y otro derivado del sangrado de la musculatura isquiotibial al extraerse los tendones que se emplean como injertos.
Entre las complicaciones tardías se encuentran:
– Limitación de la movilidad: al ser una cirugía articular, el sangrado, los restos óseos y la propia inflamación originan adherencias de la cavidad articular que pueden limitar la movilidad. El éxito de la cirugía del LCA depende en gran medida de un inicio precoz supervisado de la fisioterapia para recuperar rápidamente la movilidad completa.
– Atrofia de la musculatura: Inherente a cualquier cirugía de rodilla, se produce una intensa atrofia de toda la musculatura de la extremidad inferior. La recuperación de la musculatura perdida requerirá un trabajo continuado de varios meses, fortaleciendo tanto el cuádriceps para proteger la estabilidad de la rodilla, como de los isquiotibiales que colaboran con el nuevo LCA en evitar el desplazamiento anterior de la tibia.
– Rotura de la plastia del LCA: hasta el 30% de los pacientes intervenidos por rotura del LCA requieren una nueva cirugía entre los 5 y 10 años posteriores. La causa más frecuente de la nueva rotura del injerto suele ser un defecto de técnica quirúrgica, con una incorrecta colocación de los túneles o una insuficiente fijación inicial de la plastia.
– Artrosis de rodilla: Hasta el 50% de los pacientes operados correctamente de una rotura del LCA desarrollarán una artrosis de rodilla en los 10 años posteriores a la cirugía. En el caso de pacientes no operados, la artrosis aparecerá en el 100% de los casos. Dicha artrosis aparece porque el nuevo ligamento es incapaz de estabilizar la rodilla al mismo nivel que lo hacía el ligamento original.
Recuperación de la cirugía del LCA
En la cirugía de reconstrucción del LCA una correcta recuperación (fisioterapia y readaptación) es tan importante como una adecuada técnica quirúrgica.
Cronograma de recuperación de la cirugía del LCA en pacientes deportistas:
– Semana 1ª: el objetivo es disminuir la inflamación y el dolor, cosa que se consigue con reposo, elevación, crioterapia, masajes drenantes y electroestimulación.
– Semana 2ª a 4ª (Primer mes): el objetivo es recuperar el rango completo de movilidad y continuar con las medidas para reducir la inflamación.
– Semanas 5ª a 8ª (Segundo mes): el objetivo es comenzar a recuperar la fuerza muscular y completar la movilidad completa.
– Semanas 9ª a 12ª (Tercer mes): el objetivo es recuperar la fuerza y el equilibrio.
– Semanas 13ª a 16ª (Cuarto mes): el objetivo es volver a la práctica deportiva específica con trabajo concéntrico de cuádriceps e isquios, propiocepción, equilibrio y gestos deportivos específicos.
– Quinto mes: trabajo de pretemporada en campo aumentando gradualmente la intensidad.
– Sexto mes: vuelta al entrenamiento normal y a la competición.